Martí y los niños
Por mucho que se haya escrito o dicho, la obra de José Martí permanece inagotable como manantial del que brotan siempre nuevas ideas y valores humanos, y a ella hay que volver siempre, especialmente ahora en tiempos de Covid-19.
En la multiplicidad de su pluma y de su pensamiento, están presentes también los trabajos dedicados amorosamente a los niños, aquellos que llamara alguna vez «la esperanza del mundo» y a los que obsequió las más variadas y sabias enseñanzas.
Martí aseguraba que a los niños no se les debe decir todo lo que han de saber para que sean de veras hombres. Y cuando así se expresaba, no solo estaba pensando en la instrucción, ni en hablarles de los adelantos científicos de la época, de la geografía y las culturas o las costumbres de los pueblos. Se está refiriendo también a la grandeza que guarda el ser humano en su interior y por ello arremete contra los vicios, los antivalores y la corrupción de un mundo que se veía muy alejado de la añorada perfección.
Porque Martí, ese ser excepcional, ajeno a la opulencia y a lo material, sabe criticar con vehemencia a los que llenan su vida de lujos y riquezas, mientras se empeñan en desconocer que a otros les falta lo elemental para sobrevivir.
Con altruismo, poesía y sentido educativo, supo el Maestro motivar lo mejor de la naturaleza humana y alertar sobre lo peor para así legarnos un excelente código moral siempre válido a la más joven generación de todos los tiempos.
Colaboración: Lic. Ana Elena Rodríguez Araujo.