No niego que existe el riesgo de estar expuestos al contagio, el cual repercute en nuestra salud y la de nuestra familia. Sin embargo, todos los que estamos en esta lucha queremos aportar nuestro granito de arena . No podemos caer y dejar que la COVID gane esta batalla, cuando podemos liberarla cumpliendo con las medidas de la Salud Pública, el distanciamiento social, el uso del nasobuco, el lavado de las manos, entre otras.
Desde mi posición como aprendiz de las Ciencias Médicas y futuro profesional de la salud me siento en el deber de formar parte de ese ejercito enorme de batas blancas, que día a día se enfrenta a esta enfermedad. A pesar de ser una isla hostilizada de manera implacable por la nación más poderosa del planeta, víctima de un férreo bloqueo económico, comercial y financiero que, en tan compleja situación de pandemia, impide obtener insumos y equipos médicos para contribuir a la atención que su población amerita. No obstante, como dijera Cintio Vitier, “[…] nuestra pequeña isla se aprieta y se dilata, sístole y diástole, como un destello de esperanza para sí y para todos”.
Todos los que estamos allí, profesores, médicos, enfermeras, psicólogos, epidemiólogos y demás personal, damos lo mejor en apoyo a nuestros compañeros que están lejos de su país, su casa, su familia y sus tradiciones enfrentándose a un enemigo mortal. Esta experiencia me ha servido para mi formación tanto estudiantil como humana.
Tomado de:// temas.hlg.sld.cu//
Por: Susel Bayo Mora, estudiante de segundo año de Medicina.
Colaboración: Lic: Dianisel Ballester Garrido